El 12 de diciembre de 2015, cuando el martillo de Laurent Fabius golpeó la mesa en París, con Christiana Figueres observando sonriente y el aplauso estalló en la sala plenaria, en ese momento el mundo lograba un hito frente al cambio climático. Por primera vez, 194 países, con Estados Unidos y China (dos de los mayores emisiores de contaminantes), acordaron limitar el calentamiento global muy por debajo de los dos grados centígrados, idealmente a 1.5 grados. De hecho, los especialistas indican que lo anterior es el corazón del Acuerdo de París, el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para que la temperatura promedio de la Tierra no rebase 1.5 grados con respecto a las niveles preindustriales. Una década después, la temperatura global superó ese umbral simbólico (en 2024) y las proyecciones científicas advierten que la década actual será la primera en cruzarlo de manera sostenida. Otros dos objetivos son incrementar los esfuerzos de adaptación y resiliencia frente al cambio climático y reducir las vulnerabilidades que exponen de mayor forma a riesgos, así como  movilizar el financiamiento verde. En el papel y la adopción del acuerdo por prácticamente todo el mundo puede decirse que es posible lograr los objetivos. Pero el balance de estos primeros 10 años es dual. En los últimos cinco años los fenómenos meteorológicos extremos se han incrementado y son cada vez más frecuentes e intensos, como sequías, olas de calor e inundaciones, un ejemplo de los impactos que ya se viven. Y esto es porque tantos las emisiones de GEI como el calentamiento continúan aumentando. “En algunos países el incremento de la temperatura es mucho mayor al umbral de 1.5 grados centígrados… en nuestro país, el aumento de la temperatura promedio está en 1.8 grados centígrados”, explica Jorge Villarreal Padilla, de Iniciativa Climática de México (ICM). El director de Política Climática de la organización dice que los reportes presentados antes de la COP30 de Belém, como el Informe sobre la Brecha de Emisiones de 2025 y el de Climate Action Tracker, dejan dos mensajes contundentes, el primero es que “estamos en una trayectoria entre 2.6 y 2.9 grados de incremento promedio de la temperatura hacia finales de siglo y, segundo, la ventana para mantenernos en 1.5 aún es posible, pero está muy estrecha, si queremos estar en la línea de emisiones que limiten la temperatura, los esfuerzos deben ser gigantes”. El recorte de las emisiones globales, desde ya, debería estar a la mitad y hacia 2050 el mundo debería alcanzar las emisiones cero neto para no perder el objetivo del acuerdo climático. Pero la eliminación de los combustibles fósiles es la médula del asunto. Y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional que los países deben presentar cada cinco años siguen siendo insuficientes. Si las NDC de cada país se cumpliesen, destaca Manuel Vegara Llanes, miembro del Consejo de la Universidad del Medio Ambiente y director general de Pireos Power, el mundo podría bajar la temperatura de 3.1 a 2.9 grados centígrados, “y si diéramos todo el financiamiento prometido, podemos bajar a 2.6 grados, pero lo que esto nos dice es que los objetivos de cada nación son claramente insuficientes”. El financiamiento para mitigación y para adaptación fluye, pero no con la urgencia que debiera, agrega, esto ha generado controversia, porque los países ricos, en lugar de ayudar a los menos desarrollados, han soltado los recursos en forma de préstamo sin asumir su responsabilidad de contaminar más, “y no es muy ético ni muy moral”. Frente a esto, la reflexión obligada es qué tan viable es el Acuerdo de París. Sin el acuerdo, el mundo sería muy diferente a decir de Villarreal Padilla, porque “no habíamos tenido ningún instrumento multilateral con esa claridad… tiene la virtud de estar construido de abajo hacia arriba, es decir, son los propios países los que determinan de manera libre y autónoma cómo se van a cumplir los tres objetivos”. Previo a París, subraya, las emisiones para finales de siglo se encaminaban hacia 3.6 grados centígrados y “ahora estamos en esta trayectoria de entre 2.6 y 2.9 grados… esto para mí es muy relevante”. Ambos especialistas coinciden en decir que el Acuerdo de París ha colocado la narrativa climática en el centro de las economías y de la discusión pública. A ello se suman transformaciones tangibles, las energías renovables han experimentado un crecimiento exponencial, con China liderando la producción de tecnologías limpias, como la solar. Villarreal Padilla destaca que, gracias al Acuerdo de París, se han validado formalmente los reportes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, “y eso ha sido de manera significativa, porque el acuerdo mandata la incorporación de la ciencia en la toma de las decisiones”. A una década de París, los desacuerdos entre países ricos y pobres reflejan una contradicción, mientras científicos advierten que el objetivo de 1.5 grados ya no es alcanzable con las tendencias actuales y que el planeta se dirige hacia un aumento de más de dos grados centígrados, los gobiernos siguen postergando las decisiones difíciles. La ciencia es clara, cada décima de grado importa; este 2025 se perfila para ser el segundo o tercer año más cálido de la historia. Limitar el calentamiento a menos de dos grados en lugar de tres grados significa, por ejmeplo, evitar millones de muertes prematuras, proteger ecosistemas críticos y mantener la producción de alimentos en niveles manejables. El Acuerdo de París no ha fracasado, son los líderes globales con su visión corta y falta de coherencia quienes lo socavan. El problema es la brecha entre procedimiento y ejecución.     Columnista: Lorena RiveraImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0El 12 de diciembre de 2015, cuando el martillo de Laurent Fabius golpeó la mesa en París, con Christiana Figueres observando sonriente y el aplauso estalló en la sala plenaria, en ese momento el mundo lograba un hito frente al cambio climático. Por primera vez, 194 países, con Estados Unidos y China (dos de los mayores emisiores de contaminantes), acordaron limitar el calentamiento global muy por debajo de los dos grados centígrados, idealmente a 1.5 grados. De hecho, los especialistas indican que lo anterior es el corazón del Acuerdo de París, el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para que la temperatura promedio de la Tierra no rebase 1.5 grados con respecto a las niveles preindustriales. Una década después, la temperatura global superó ese umbral simbólico (en 2024) y las proyecciones científicas advierten que la década actual será la primera en cruzarlo de manera sostenida. Otros dos objetivos son incrementar los esfuerzos de adaptación y resiliencia frente al cambio climático y reducir las vulnerabilidades que exponen de mayor forma a riesgos, así como  movilizar el financiamiento verde. En el papel y la adopción del acuerdo por prácticamente todo el mundo puede decirse que es posible lograr los objetivos. Pero el balance de estos primeros 10 años es dual. En los últimos cinco años los fenómenos meteorológicos extremos se han incrementado y son cada vez más frecuentes e intensos, como sequías, olas de calor e inundaciones, un ejemplo de los impactos que ya se viven. Y esto es porque tantos las emisiones de GEI como el calentamiento continúan aumentando. “En algunos países el incremento de la temperatura es mucho mayor al umbral de 1.5 grados centígrados… en nuestro país, el aumento de la temperatura promedio está en 1.8 grados centígrados”, explica Jorge Villarreal Padilla, de Iniciativa Climática de México (ICM). El director de Política Climática de la organización dice que los reportes presentados antes de la COP30 de Belém, como el Informe sobre la Brecha de Emisiones de 2025 y el de Climate Action Tracker, dejan dos mensajes contundentes, el primero es que “estamos en una trayectoria entre 2.6 y 2.9 grados de incremento promedio de la temperatura hacia finales de siglo y, segundo, la ventana para mantenernos en 1.5 aún es posible, pero está muy estrecha, si queremos estar en la línea de emisiones que limiten la temperatura, los esfuerzos deben ser gigantes”. El recorte de las emisiones globales, desde ya, debería estar a la mitad y hacia 2050 el mundo debería alcanzar las emisiones cero neto para no perder el objetivo del acuerdo climático. Pero la eliminación de los combustibles fósiles es la médula del asunto. Y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional que los países deben presentar cada cinco años siguen siendo insuficientes. Si las NDC de cada país se cumpliesen, destaca Manuel Vegara Llanes, miembro del Consejo de la Universidad del Medio Ambiente y director general de Pireos Power, el mundo podría bajar la temperatura de 3.1 a 2.9 grados centígrados, “y si diéramos todo el financiamiento prometido, podemos bajar a 2.6 grados, pero lo que esto nos dice es que los objetivos de cada nación son claramente insuficientes”. El financiamiento para mitigación y para adaptación fluye, pero no con la urgencia que debiera, agrega, esto ha generado controversia, porque los países ricos, en lugar de ayudar a los menos desarrollados, han soltado los recursos en forma de préstamo sin asumir su responsabilidad de contaminar más, “y no es muy ético ni muy moral”. Frente a esto, la reflexión obligada es qué tan viable es el Acuerdo de París. Sin el acuerdo, el mundo sería muy diferente a decir de Villarreal Padilla, porque “no habíamos tenido ningún instrumento multilateral con esa claridad… tiene la virtud de estar construido de abajo hacia arriba, es decir, son los propios países los que determinan de manera libre y autónoma cómo se van a cumplir los tres objetivos”. Previo a París, subraya, las emisiones para finales de siglo se encaminaban hacia 3.6 grados centígrados y “ahora estamos en esta trayectoria de entre 2.6 y 2.9 grados… esto para mí es muy relevante”. Ambos especialistas coinciden en decir que el Acuerdo de París ha colocado la narrativa climática en el centro de las economías y de la discusión pública. A ello se suman transformaciones tangibles, las energías renovables han experimentado un crecimiento exponencial, con China liderando la producción de tecnologías limpias, como la solar. Villarreal Padilla destaca que, gracias al Acuerdo de París, se han validado formalmente los reportes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, “y eso ha sido de manera significativa, porque el acuerdo mandata la incorporación de la ciencia en la toma de las decisiones”. A una década de París, los desacuerdos entre países ricos y pobres reflejan una contradicción, mientras científicos advierten que el objetivo de 1.5 grados ya no es alcanzable con las tendencias actuales y que el planeta se dirige hacia un aumento de más de dos grados centígrados, los gobiernos siguen postergando las decisiones difíciles. La ciencia es clara, cada décima de grado importa; este 2025 se perfila para ser el segundo o tercer año más cálido de la historia. Limitar el calentamiento a menos de dos grados en lugar de tres grados significa, por ejmeplo, evitar millones de muertes prematuras, proteger ecosistemas críticos y mantener la producción de alimentos en niveles manejables. El Acuerdo de París no ha fracasado, son los líderes globales con su visión corta y falta de coherencia quienes lo socavan. El problema es la brecha entre procedimiento y ejecución.     Columnista: Lorena RiveraImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

Sí, pero no: 10 años del Acuerdo de París

2025/12/09 15:09

El 12 de diciembre de 2015, cuando el martillo de Laurent Fabius golpeó la mesa en París, con Christiana Figueres observando sonriente y el aplauso estalló en la sala plenaria, en ese momento el mundo lograba un hito frente al cambio climático.

Por primera vez, 194 países, con Estados Unidos y China (dos de los mayores emisiores de contaminantes), acordaron limitar el calentamiento global muy por debajo de los dos grados centígrados, idealmente a 1.5 grados.

De hecho, los especialistas indican que lo anterior es el corazón del Acuerdo de París, el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para que la temperatura promedio de la Tierra no rebase 1.5 grados con respecto a las niveles preindustriales.

Una década después, la temperatura global superó ese umbral simbólico (en 2024) y las proyecciones científicas advierten que la década actual será la primera en cruzarlo de manera sostenida.

Otros dos objetivos son incrementar los esfuerzos de adaptación y resiliencia frente al cambio climático y reducir las vulnerabilidades que exponen de mayor forma a riesgos, así como  movilizar el financiamiento verde.

En el papel y la adopción del acuerdo por prácticamente todo el mundo puede decirse que es posible lograr los objetivos. Pero el balance de estos primeros 10 años es dual.

En los últimos cinco años los fenómenos meteorológicos extremos se han incrementado y son cada vez más frecuentes e intensos, como sequías, olas de calor e inundaciones, un ejemplo de los impactos que ya se viven.

Y esto es porque tantos las emisiones de GEI como el calentamiento continúan aumentando. “En algunos países el incremento de la temperatura es mucho mayor al umbral de 1.5 grados centígrados… en nuestro país, el aumento de la temperatura promedio está en 1.8 grados centígrados”, explica Jorge Villarreal Padilla, de Iniciativa Climática de México (ICM).

El director de Política Climática de la organización dice que los reportes presentados antes de la COP30 de Belém, como el Informe sobre la Brecha de Emisiones de 2025 y el de Climate Action Tracker, dejan dos mensajes contundentes, el primero es que “estamos en una trayectoria entre 2.6 y 2.9 grados de incremento promedio de la temperatura hacia finales de siglo y, segundo, la ventana para mantenernos en 1.5 aún es posible, pero está muy estrecha, si queremos estar en la línea de emisiones que limiten la temperatura, los esfuerzos deben ser gigantes”.

El recorte de las emisiones globales, desde ya, debería estar a la mitad y hacia 2050 el mundo debería alcanzar las emisiones cero neto para no perder el objetivo del acuerdo climático. Pero la eliminación de los combustibles fósiles es la médula del asunto.

Y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional que los países deben presentar cada cinco años siguen siendo insuficientes.

Si las NDC de cada país se cumpliesen, destaca Manuel Vegara Llanes, miembro del Consejo de la Universidad del Medio Ambiente y director general de Pireos Power, el mundo podría bajar la temperatura de 3.1 a 2.9 grados centígrados, “y si diéramos todo el financiamiento prometido, podemos bajar a 2.6 grados, pero lo que esto nos dice es que los objetivos de cada nación son claramente insuficientes”.

El financiamiento para mitigación y para adaptación fluye, pero no con la urgencia que debiera, agrega, esto ha generado controversia, porque los países ricos, en lugar de ayudar a los menos desarrollados, han soltado los recursos en forma de préstamo sin asumir su responsabilidad de contaminar más, “y no es muy ético ni muy moral”.

Frente a esto, la reflexión obligada es qué tan viable es el Acuerdo de París.

Sin el acuerdo, el mundo sería muy diferente a decir de Villarreal Padilla, porque “no habíamos tenido ningún instrumento multilateral con esa claridad… tiene la virtud de estar construido de abajo hacia arriba, es decir, son los propios países los que determinan de manera libre y autónoma cómo se van a cumplir los tres objetivos”.

Previo a París, subraya, las emisiones para finales de siglo se encaminaban hacia 3.6 grados centígrados y “ahora estamos en esta trayectoria de entre 2.6 y 2.9 grados… esto para mí es muy relevante”.

Ambos especialistas coinciden en decir que el Acuerdo de París ha colocado la narrativa climática en el centro de las economías y de la discusión pública.

A ello se suman transformaciones tangibles, las energías renovables han experimentado un crecimiento exponencial, con China liderando la producción de tecnologías limpias, como la solar.

Villarreal Padilla destaca que, gracias al Acuerdo de París, se han validado formalmente los reportes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, “y eso ha sido de manera significativa, porque el acuerdo mandata la incorporación de la ciencia en la toma de las decisiones”.

A una década de París, los desacuerdos entre países ricos y pobres reflejan una contradicción, mientras científicos advierten que el objetivo de 1.5 grados ya no es alcanzable con las tendencias actuales y que el planeta se dirige hacia un aumento de más de dos grados centígrados, los gobiernos siguen postergando las decisiones difíciles.

La ciencia es clara, cada décima de grado importa; este 2025 se perfila para ser el segundo o tercer año más cálido de la historia.

Limitar el calentamiento a menos de dos grados en lugar de tres grados significa, por ejmeplo, evitar millones de muertes prematuras, proteger ecosistemas críticos y mantener la producción de alimentos en niveles manejables.

El Acuerdo de París no ha fracasado, son los líderes globales con su visión corta y falta de coherencia quienes lo socavan. El problema es la brecha entre procedimiento y ejecución.

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